Informe
sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República Argentina
Autor:
Juan BIALET MASSÉ
(www.bialetmasse.com)
(presentada
por Bialet Massé en Tomo Tercero de la obra original 1904)
Buenos
Aires, 17 de septiembre de 1904.
Al
Excmo. señor Ministro del Interior, doctor don Joaquín V. González
Excelentísimo
Señor:
Cumpliendo
el decreto del Excmo. señor Presidente, fecha 11 de julio último, he vuelto al
Interior de la República, para completar el estudio del estado de las clases
obreras y de las industrias.
Como
V. E. va a ver, mis nuevas observaciones confirman en un todo las anteriores; en
lo fundamental, el estado es el mismo en todas partes, y cada vez estoy más
convencido de la urgencia de acudir con el socorro de la ley a los patrones, más
necesitados de él que los obreros mismos.
Pero
hay, además, algo más grave que los intereses privados que se halla
comprometido, y es la riqueza pública; las industrias de las provincias más
pobres y apartadas están amenazadas por la despoblación, que se produce de un
modo que, a pesar de mis previsiones, me ha causado verdadera sorpresa ver la
rapidez con que se opera la migración interprovincial; al punto de que comarcas
que en mi primera visita tenían brazos sobreabundantes, carezcan hoy de los más
indispensables.
Así,
por ejemplo, en la línea de Córdoba a San Francisco, los aserraderos carecen
de brazos. El dueño de un aserradero me declaró que no tenía ni leña; no podía
encontrar peones a ningún precio, habían desaparecido. Le aconsejé que los
buscara en Santiago, donde todavía abundan; pero que tuviera en cuenta que los
obrajes chaqueños y la agricultura santafecina los solicitaban también, y que
era hora de preocuparse del trato y demás condiciones del obrero.
Así
también en San Juan, que tiene decenas de miles fuera de su territorio, desde
la Tierra del Fuego a Jujuy, se ven en los establecimientos los letreros «Se
necesitan peones», y en Santiago se preparan ya aldeas enteras para ir a las
cosechas de Santa Fe y Córdoba.
Como
lo expresaré y fundaré en su lugar, creo que la industria azucarera está
amenazada por una huelga mucho más grave que la pasada, una huelga que no hay
poder público ni privado que pueda evitarla, la
huelga del no ir donde no se está bien; la huelga del que se va a otra
parte donde lo tratan mejor.
La
evolución se opera con rapidez extraordinaria: las obras públicas que se hacen
en el Interior y en la provincia de Buenos Aires la precipitan, y es de creer
que en menos de dos años la migración habrá concluido.
Lo
que yo preveía en el capítulo Córdoba,
respecto de la albañilería, se ha cumplido; los albañiles se fueron a las
colonias, y no vuelven, se han arraigado en ellas, y los que lo son realmente
han encontrado en las obras públicas nacionales una retribución satisfactoria.
Hay que formar una nueva generación de albañiles, y entre tanto, traerlos de
fuera al precio que quieran cobrar. El contratista de la Escuela normal de Río
Cuarto me dijo que tendría que pagar cuatro pesos de jornal.
Las
obras de salubridad que van a construirse van a producir el mismo fenómeno en
éste y en otros oficios, y espero que ese sea el punto de partida que sacuda el
espíritu de restricción y mezquindad que caracteriza el estado actual de los
capitales en Córdoba.
Aquella
casa a que me referí en mi informe, que se hacía con cascotes y con
prescindencia de la dirección técnica, no ha esperado a estar concluida para
caerse; le bastó que se le cargaran techos demasiado pesados y mal dispuestos.
No sé si el propietario se habrá convencido de la necesidad de emplear
arquitectos para hacer casas, pero sí sé que la casa mala y siempre endeble le
cuesta más que una buena y duradera.
Como
verá V. E., los ferrocarriles del Oeste se encuentran en el mismo o parecido
estado que los demás de la República; los nacionales señalándose como lo
mejor en el trato de los obreros.
Las
ideas socialistas se propagan con rapidez, desgraciadamente con tintes de
anarquismo en muchas localidades. La huelga de los ingenios de Tucumán, de la
que me ocuparé extensamente, que ha pasado en las condiciones más ordenadas,
no es sino un punto saliente. El espíritu de mejora está en todas partes desde
Jujuy a Mendoza y de Mendoza a Santa Fe, provocando una resistencia patronal que
nace más de errores, prejuicios y rutinas que de mala voluntad.
La
ignorancia patronal, sobre la que tanto he llamado la atención de V. E., es
igual por todas partes. El trabajo de las cañeras en los ingenios de Tucumán
lo he sintetizado con esta frase: «Trabajo de negros con táctica de montonera»,
y V. E. verá que así es, en daño del patrón, del obrero y de la industria.
La
preocupación de los industriales no es otra que el tanto por ciento del
rendimiento y el precio del azúcar; es decir, los resultados finales, sin el
estudio de los medios de llegar al fin con ventajas para todos.
La
cosa llega a este extremo, sólo creíble ante la realidad del hecho; el 26 de
julio no había en Tucumán un solo ingenio, en la oficina química provincial,
que supiera la cantidad de albuminoides que contiene la caña tucumana. La caña
constituye, sin embargo, una parte muy principal del alimento del obrero durante
la cosecha, puesto que es un elemento de su ración de trabajo.
Si
la agricultura no tiene arraigo y es un negocio accidental y aleatorio, no lo es
menos la industria azucarera, ni la vinícola.
De
ahí los fracasos y las crisis, desde el negocio de mostos al negocio de papas,
y la necesidad de difundir la enseñanza técnica; la enseñanza que yo llamo
del: «así se hace».
Y
la primera y más esencial de esas enseñanzas es la del modo de tratar y
conducir el instrumento, la máquina esencial de todo trabajo, el obrero.
Pero
debo decir, en honor de la verdad, que he encontrado en todos los dueños de
ingenios una buena voluntad para con el obrero, que, a pesar del conocimiento
que tengo del país, me ha sorprendido; y creo que bastaría hacerles conocer
los términos de la cuestión obrera, para que ellos espontáneamente la
encauzaran por la equidad y la justicia.
Más
aún, creo que ese conocimiento sería bastante para que pusieran en práctica
el proyecto de ley pendiente de sanción del honorable Congreso; sin que fueran
obstáculo para ello ambiciones locas de acaparamiento, movidas por una
manifestación anómala del delirio de las grandezas, ni la política local
candente y avasalladora.
El
estado de las clases patronales y las manifestaciones que de ellas he recibido,
han creado en mí una convicción profunda y es: que ha habido un error gravísimo
en la dirección de la propaganda en los partidos socialistas, que se ha hecho
hablando siempre al obrero y nunca al patrón, a no ser un tono de amenaza o en
son de huelga, para imponer lo que se habría podido obtener más pronto y fácilmente
por la convicción; sobre todo en este país, en el que el espíritu socialista
está en todos sus hijos, más o menos velado por un orgullo de raza, que ha
sido excitado de un modo contraproducentemente por los procederes exóticos.
Más,
afirmo con toda convicción, que el espíritu de mejora de la clase obrera está
más en la clase patronal criolla que en la clase obrera misma; basta presentar
a la alta intelectualidad de los patrones criollos y de algunos, aunque pocos
extranjeros, las ventajas de la mejora, para que la acepten con entusiasmo; la
resistencia se encuentra en los extranjeros improvisados, cuya intelectualidad
no está preparada para otra cosa que mantenerse en los procedimientos con los
cuales se han enriquecido, y tienen todos los miedos de apartarse de ellos,
cuando un orgullo desmedido no los hace aferrarse a sus errores.
Tales
convicciones me han movido a dar algunas conferencias públicas en esa dirección,
y el éxito ha superado a mis esperanzas. A pesar de que no soy orador, ni mucho
menos, a pesar de mi falta de los prestigios necesarios, he tenido la satisfacción
de ver que la buena semilla prende con toda facilidad en tan propicio suelo, y
que la fructificación es sólo materia de un cultivo inicial razonable; después
las cosas marcharán por sí mismas al ideal de la perfección sin violencias ni
desórdenes. Basta despertar los gérmenes del socialismo argentino tradicional,
que están en todos los hombres de abolengo criollo.
Aun
en la universidad de Córdoba, donde impera la escuela economista y la sociología
no tiene personería, la doctrina del socialismo histórico del país fue bien
recibida, sin que hubiera una crítica discordante.
He
continuado mis investigaciones sobre las fuerzas musculares de las clases
obreras, elevando su número a 7.316. Los resultados en las Provincias centrales
son absolutamente confirmatorios de los anteriormente obtenidos; pero en Cuyo se
me han presentado fenómenos realmente extraordinarios, alguno de los cuales no
puedo explicarme ni por el clima, ni por el género de trabajo, ni por las
costumbres.
De
todos modos, la idea de la potencialidad de las clases obreras en el Interior
está definida. Las observaciones posteriores no creo que cambien mucho las
cifras obtenidas; y aun cuando las inmigraciones puedan modificarlas
temporalmente, la acción decisiva del clima y de la alimentación ha de volver
a traerlas a la misma proporcionalidad.
No
recuerdo quien ha dicho que toda sociabilidad es un resultado geográfico; pero
ello es una gran verdad; la masa extranjera que hay en Mendoza, manteniéndose
aislada, tiende a tomar las características de los hijos del país. No importa
que no se mezclen, que se casen entre sí; en la primera generación aquí
nacida se notan muy marcadas las diferencias que el dinamómetro señala entre
los habitantes de las diversas provincias; más aún, empiezan a notarse en los
inmigrados de larga residencia. Los mendocinos, hijos de italiano y de italiana;
de español y de española, o de italiano y española, presentan la falta de
proporcionalidad entre la fuerza desarrollada a la compresión en el pecho, con
la de la tracción de ambas manos, sino tan marcada como los criollos puros, ya
muy notable, y los mismos europeos de larga residencia la demuestran.
Ya
insinué en mi primer informe la idea de que la acción local modificaba hasta
los caracteres de raza, trayéndolos a la modalidad indígena; esa idea se ha
acrecido en mí cuando he observado en Mendoza el fenómeno que dejo expuesto.
No me atrevo a hacer afirmaciones categóricas; no basta la observación dinamométrica,
ni la superficial general; serían necesarias observaciones antropométricas, de
largo aliento y de especialistas abnegados; pero es bueno llamar la atención de
los sabios sobre este tópico tan importante.
Se
tendría un medio seguro de llegar en poco tiempo a perfeccionar las cifras
relativas a las fuerzas musculares, repartiendo a los cuerpos del ejército los
dinamómetros y planillas necesarias para que se midieran las de los conscriptos
al llegar al servicio, dos meses después y al ser licenciados.
Podrían
observarse entonces los efectos de la educación, de la alimentación, y la
comparación con los extranjeros podría hacerse por las comisiones de inmigración.
En
este segundo informe he adoptado las divisiones del primero, para hacer más fáciles
las comparaciones y complementos.
Al
entregar a V. E. este trabajo no puedo menos de manifestarle mi profunda
gratitud para con el Gobierno, que me ha permitido completar mis estudios sociológicos
sobre el país; en los que no me han guiado nunca miras egoístas, y procuraré
en cuanto me sea posible ponerlos al alcance de todos para que sean utilizados.
Saludo
a V. E. con mi mayor consideración.
Juan
Bialet Massé
(el
tomo 2 continúa... en la obra impresa: Juan
BIALET MASSÉ Precursor de la regulación de las condiciones de trabajo ISBN:
987-1359-50-0